Un año más comenzamos la Cuaresma. Un tiempo propicio para el encuentro con el Señor y para una preparación sincera y renovadora. Tenemos una llamada a la conversión que el Señor Jesús nos hace. No es una llamada más, no es una Cuaresma más. Debe ser nuestra primera y última Cuaresma para poder sacarle todo el jugo posible al Señor que muere por nosotros y resucita para darnos vida.
Para encontrarnos con Dios hace falta deseo de ir al desierto. Cuarenta días de camino; un camino que aparentemente parece duro y costoso, pero nada más lejos de la realidad. Porque cuando te pones en Dios todo es más fácil y llevadero. Él es quien te llama; Él es quien te guía; Él es quien te hace sentir capaz de llegar hasta la meta: el encuentro vivificador con Cristo.
No dejes pasar esta oportunidad. Aprendamos a dejar un hueco, por pequeño que sea, a Dios en nuestra vida. No seamos tan atrevidos, que a veces lo parecemos, y dejemos pasar a Dios de largo. Esta Cuaresma tenemos ocasión de hacerla distinta porque nosotros también somos distintos. No somos los mismos de siempre, porque la vida y las circunstancias cada día varían. Quizás podamos ser parecidos al ayer o al mañana... nos podemos creer seguros de lo que somos y tenemos, pero ni eso, porque nosotros no controlamos ni nuestro devenir ni el de la historia.
Por tanto, adéntrate en el desierto de esta Cuaresma y deja que el Espíritu de Dios sea quien te hable, aunque sea por una vez, en tu vida.
Con mis mejores deseos de Cuaresma.
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